El retorno a lo eterno
Con mis disculpas a Nietzsche y sobre todo a Mircea Eliade.
El ‘mito del eterno retorno’ aparece pronto en algunas culturas religiosas de Asia y cobra fuerza a través de los siglos.
¿En serio tengo ánimo y paciencia para escribir sobre algo que me interesa menos que nada ahora mismo? Y si no me apetece ¿por qué siquiera hago como que lo intento? Porque supongo que necesito pensar en lo que sea para no pensar en ti.
Cada día desde hace casi un año me levanto y me acuesto con la cabeza cerrada por reformas, y tanto están durando los arreglos que habrá que reconocer que no se trata de arreglos, o lo son igual que redecorar una vivienda consistiera en cambiar cada día los muebles de donde solían estar para ponerlos en otro sitio, pero sin tapizar sofás, o cambiar cortinas, o dar una mano de pintura al baño, sino solo mover esos muebles, a veces solo un poquito, del sitio habitual. Y yo, fantasma y único habitante de esa casa que es mi cabeza medio fosilizada, me muevo y muevo los muebles porque sospecho que si un día paro me convierto en un fantasma fósil, en un ser eterno embalsamado en sus líquidas tristezas de llanto y dolor perpetuos. Y pienso en ti, y muevo muebles, y lloro. ¿Tiene esto algún sentido?, pienso que me pregunta el terapeuta, ¿tiene sentido el amor? Le respondo, ¿o la infinita e insalvable distancia que separa dos corazones que bombean pecho con pecho en la cama los delirios de un deseo inagotable que se agota enseguida? ¿O el vértigo de pieles sudorosas que morirían por gozar un instante más de ese placer que morirá con el amor, o quizás antes?
Y un día uno se cansa, o se cansó hace tiempo, y se va sin despedirse y se enamora de otro que no eres tú pero con el que parece más feliz, y ya no existe en tu vida sino en la de ese otro que florece y gallardea como una flor de loto mientras tú ya sabes también desde hace tiempo que tu cabeza no ha cerrado por reformas, sino por derribo. Y vuelvo a pensar en ti, y a llorar y a morir cada día un poquito, porque el retorno a lo eterno, a la oscuridad y al dolor de infinitos segundos sin ti, debe hacerse despacito, no sea que con las prisas nos carguemos un mito tan importante para tantas culturas y tantos estudiosos y que a mí solo me atraería si tú me prometieses que si te lo contara harías como que te interesa, a pesar de contarlo yo.