A veces recuerdo cosas que parecen no ser ciertas, que no las he vivido en realidad aunque las recuerde de repente, y me alteran el ánimo. Pienso que son recuerdos impuestos por un fallo de la memoria, por un exceso imaginativo tal vez, por un fugaz delirio. Pero ¿y si fueran ciertas esas cosas tristes? ¿Y si estuviera censurando parte de mi pasado, algún episodio al menos, siempre doloroso? Podría ser lo que la ciencia denomina estrés postraumático. Un mecanismo defensivo de la mente que no sabe interpretar sin un dolor extremo algo que sucedió, algo que me importó y me importa tanto como para que mi mente lo anule, para que su recuerdo me duela hasta perder la cordura. Que mi propia mente actúe al margen de mi voluntad es algo que me inquieta, que pone en suspenso mi yo, que abre la puerta a otros posibles yoes, que me lleva a cuestionar mi integridad como ser vivo, mi singularidad, y de paso toda mi existencia como ser humano. Mis recuerdos incluidos. Eso explicaría que no sienta como propios algunos de esos recuerdos. Los habría vivido otro que no soy yo aunque no pueda demostrar que no sea yo también ese otro. Esto sería personalidad múltiple, dos en principio y a saber cuántas más. Una locura. Una tortura, una pesadilla horrenda. Lo bueno es que hay una solución sencilla. Despertar. Loco y torturado, sí, pero despierto. Y todos mis yoes vuelven a fundirse en uno solo. Yo. Ese yo que recuerda todo lo que sucedió, que sabe bien que te perdió para siempre, que no te puede olvidar por más trucos que urda su mente para aliviar tanto sufrimiento. Y es entonces cuando despierto por segunda vez, esta de veras, como ocurre cada día desde que te fuiste, y consciente de mi consciencia lloro. Lloro cada mañana sin ti. Desde aquel día y hasta el día de mi muerte yo, u otro que negará ser yo, recordará las últimas horas de una historia de amor que yo, o algún otro que fingirá sin éxito ser yo, estropeó del todo, y soñará contigo o con otra que se parecerá mucho a ti. Tanto que podrías ser tú. Eternamente tú. Siempre conmigo en mis recuerdos y en mis sueños. En nuestros recuerdos. En nuestros sueños. En cada lágrima.