Madison.14
Unas breves aclaraciones
A través de los amplios ventanales de la cafetería se veía gente paseando por la avenida; un pequeño parque donde madres jóvenes vigilaban a sus hijos en sus intentos por desmembrar los artificios metálicos concebidos para el juego pacífico de esos angelitos -y por tanto dotados de protecciones . . .
Madison.13
Una pesadilla y una charla
Era una brillante mañana de domingo. Estábamos en casa de la abuela en las afueras de Boston, una casa estilo colonial de dos plantas con buhardilla donde íbamos algunos domingos papá, mamá, Max y yo a comer chuletas a la barbacoa que preparaba papá en el jardín. Max y yo tendríamos unos . . .
Madison.12
No era quien parecía ser
Jim, la asiática, la huraña, la compañera de piso de la Madison MacCoy pelirroja se la había cepillado sin un parpadeo de sus ojos rasgados. Un tiro certero en la nuca que traslucía habilidad en el manejo de armas de fuego. La pistola, inmóvil en su brazo tieso como una ballesta, me apuntaba a . . .
Madison.10
Cena en casa de Madison
Mucho después supe que el Cornucopia había intentado salir del sanatorio en varias ocasiones. Su abogado había apelado la sentencia de reclusión en el centro de salud mental con la previsible intención de propiciar una fuga durante el traslado del condenado a una prisión ordinaria, pero sus argumentos . . .
Madison.9
En casa de Madison
Después de todo mentí a medias. Soy medio español, medio norteamericano, país este donde mi madre española conoció a mi padre norteamericano en un simposio de biología molecular, especialidad científica en la ambos trabajaban con reconocida competencia. Fue un flechazo que terminó . . .
Madison.8
Buscando a Madison
Como disponía de dinero suficiente (el inspector Legrá, bendito sea, no pudo negarse a compartir conmigo una ínfima parte de los fondos reservados -reservados para estas ocasiones, precisamente-) decidí viajar en taxi desde el aeropuerto de Miami hasta Boca Ratón, aunque el monto de la carrera no iba a ser . . .
Madison.7
En vuelo
La gente suele ser bastante previsible, excepto quizás algunos locos -entre los que me gusta creer que me encuentro: nada me aterra más que la rutina-; por ese motivo quienes dedican tiempo y constancia a estudiar el comportamiento de las personas, sea por vocación científica -Desmond Morris, Viktor Frankel- o por . . .